lunes, 14 de abril de 2008

Sol sobre la húmeda memoria


Ni limpia ni sucia, es una mesa y punto. Con una mancha negra, seca, similar a las que muestran los psicólogos de las películas norteamericanas al psicópata de turno. La rasco suavemente con la uña, y me devuelve una imagen de la tarde lluviosa de ayer. Pero "ayer" no se limita a las últimas veinticuatro horas, tiene límites difusos en la memoria, tiene paredes llenas de humedad, y los recuerdos son como el agua, irrespetuosos. La corriente trae besos mojados de felicidad, diques al borde de una vereda sin cordón cuneta, barro con goles festejados a lo Rambert.

Pienso en Noé después del Diluvio Universal, conciente de que tras el Sol viene la lluvia... qué cagado debe haber estado cuando veía una nubecita. Esos son traumas. Armar el mundo de nuevo, que todo vuelva a tener nombre e identidad, conlleva amenazas latentes. El riesgo es que todo se vaya de vuelta.

Mancha informe, construyo significantes para no limpiarla, otros significantes con menos nostalgia, pero es inútil. Me gustaría mirar hacia atrás y sonreir. Cuesta aceptar que el pasado de esta casa-mi-alma sea feliz y el presente ni un pálido reflejo. Pienso que esta mesa solía estar limpia, y esta casa no tenía goteras. Ya no hay tiempo que perder.

Demiurgo de mi pasión, amanezco un Sol abrasador para secar la humedad. Quiero caminar el pasto verde de los jardines fértiles, y de noche ver las estrellas dibujar figuras luminosas. Cada reflejo una idea, cada pena un desafío, cada sonrisa el alimento necesario.

Cada ojo un nuevo estallido, otro Big Bang. Intimidarse ante el Sol es tenerle miedo a la alegría. Si la lluvia vuelve a mojarte de felicidad, vale la pena.


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