miércoles, 19 de marzo de 2008

Interiores


Sé las causas, por eso no entiendo que no quiera morir. Le hago el favor de ajustarle la soga en el cuello, de atarla firme al tirante, de patearle el banquito, y el desgraciado no quiere morir. En este lugar todos saben quién soy, qué hice, qué estoy haciendo acá adentro.

Araño el margen de la hoja con un lápiz, como si el hábito de retorno a las lecturas anteriores existiese. Tengo una letra traidora, pero la entiendo. Escribo sensaciones, hablo mal de gente que leo por primera vez. Como si ellos tuviesen la culpa. Como si la agonía del que se ahorcó al lado fuese de otro. Como si el ahorcado no me comprometiese. No hay crímenes limpios.

Un refugio imposible, la soledad. Tras la habitación enfrentaría al mundo. Dejé un tendal hasta llegar acá. La pieza, la puerta, el pasillo, demasiado grandes y pesados, no les puedo dar pelea. Mis dedos manchan carbón en la hoja, ansiosos. Quisiera salir, pero estoy pequeño. Y este libro retomado infinitamente nunca sabe igual, la idea que me extravió la mirada es distinta. Ya no vale el manchón ilegible.

Alguien abre la puerta de al lado, a carcajadas. El ahorcado pide que no se burlen de él. Ni de mí. Entiendo al burlón, y dibujo una media sonrisa mirando al espejo. Su propósito es desdramatizar. Y es ingenioso el hijo de puta. El ahorcado se ríe, lo escucho pedir ayuda: la soga aprieta mucho. Este libro ya no sirve.

Me calzo las zapatillas y abro la puerta. El ahorcado siempre fué el más sabio entre nosotros: me agradece el esfuerzo, pero me explica que no se puede matar lo que no muere. El burlón es el creativo: me pide que me vaya por un tiempo, que entre todos van a acomodar las cosas. Después de todo, no somos sólo nosotros tres. Un lindo lugar para vivir, pero no con este desastre.

Soy el más resuelto, un asesino valiente. Vuelvo a la habitación, corro las cortinas y observo el paisaje del fin del mundo: es más caluroso de lo que imaginaba. El arquitecto puso un hotel antes de terminar la historia, para pensar dos veces. Abro la ventana, el aire corre suave. No sé a dónde voy, pero no necesito equipaje. Un salto al vacío, elegante: nunca me caigo, soy un pensamiento que flota en el espacio. El viento decide: sólo él vive realmente.

Cada tanto, me gusta volver a ese lugar.

2 comentarios:

GAM dijo...

Piel de gallina, nudo en la garganta, mirada cómplice, pánico...
Estoy terminando de escuchar el tema de Calamaro y la sensaciones no se van.
Mientras tanto seguire aqui esperando que el viento me venga a buscar.

GAM dijo...

las